Las presentaciones
La primera visita de mis hermanos a Villalibado fue en la Navidad de 2006. Todavía recuerdo el estupor de mis sobrinos al encontrar tesoros diversos, como un viejo orinal o numerosos irrigadores para enemas (más tarde descubrí que debieron ser utilizados como bebederos de pollos, y de ahí su abundancia). Mientras tanto, sus padres saltaban entre los escombros, intentando asomarse al interior de las casas. Los forjados caídos impedían entrar y el peligro era evidente.
Más adelante fuimos encontrando nuestros propios regalos: un carro antiguo de olmo en perfecto estado, una beldadora, aperos diversos, una bayoneta, una pistola Lefaucheux escondida en los muros de la torre desde el siglo XIX , y alguna curiosidad más.
Cuando entras en una casa abandonada sientes como si los dueños se acabaran de marchar dejando sus pertenencias; como el jabón y la esponja de aquella bañera. Allí estaban inmóviles mientras el resto se desmoronaba a su alrededor.
O el calendario de 1998 todavía colgado en la pared, que marcaba el año que abandonaron el pueblo sus dos últimos habitantes. Sobre él, una silla se mantenía erguida, a pesar del derrumbe del tejado, evocando una cierta esperanza.
«¿Tú ves algo?» fue la frase más utilizada ese día, acompañada de caras de asombro, mientras explicaba a hermanos y cuñadas cómo podía hacerse la obra y urbanizarse.
Supongo que la inconsciencia y la emoción por el encuentro de los tesoros ayudó, porque terminada la visita mis tres hermanos y ahora socios me dijeron: «Esto es un acto de fe; si tú lo ves posible lo compramos».
Y así fue.
La compra
No fue fácil.
Una vez adquirida la Torre había que comprar las casas colindantes. El problema era encontrar a los dueños y a sus herederos, que éstos quisieran vender a los precios reales de mercado de la zona (casi regalado comparado con otros lugares de España), que no quisieran aprovecharse de nuestra necesidad una vez adquiridas las casas colindantes, que existiera un propietario reconocido, etc…
Gracias a la ayuda de Ramón, de Julio, de familiares de los dueños y de un agente inmobiliario que ejerció de panadero en la comarca y conocía bien a los habitantes del lugar, localicé finalmente a los herederos.
En algún caso la negociación resultó francamente correosa; como con José, al que tuvimos que comprar parte de una casa que ya era nuestra, pero que él había techado como garaje para el tractor, con el permiso de palabra del difunto dueño. El camino hacia el acuerdo fue tan largo que terminamos cogiéndonos cariño, así que nos dejó un antiguo tractor Barreiros aparcado en la cochera como regalo. Su palabra tuvo menos valor que la del finado, porque en cuanto lo necesitó se lo llevó; si bien es cierto, que ha prometido dejármelo en herencia y me lo ha prestado para grabar algún vídeo.
Necesitaba también un terreno colindante con las casas y así descubrí el, hasta entonces desconocido para mí, mundo del cambio: un agricultor en activo no te vende una tierra por pequeña que sea; te la cambia.
Nosotros no teníamos ninguna tierra que cambiar. De hecho no teníamos absolutamente nada que cambiar porque, como más tarde comprendí, al cambista nunca le interesa lo que tú puedas ofrecerle.
Esto te sitúa en una inequívoca realidad: en el trueque siempre pierdes tú.
En este punto Ángel González me propuso un reto: «Si consigues comprar una era que es adyacente a mi huerta, te la cambio». Parecía posible, ya que ese año no se había sembrado la finca, así que me puse a investigar.
Aprendí entonces que ningún agricultor te facilita el teléfono de un arrendador: tú preguntas, él no sabe, te das la vuelta… y sale corriendo para adelantarse al trato.
Afortunadamente logré contactar con Rosario, la propietaria. Todos me decían que era tiempo perdido: no vendían tierras. Sin embargo me encontré con una mujer muy amable, que tras largas conversaciones telefónicas accedió a quedar conmigo en Burgos y, finalmente, a venderme la era.
Ángel, hombre de palabra, mantuvo el trato.
Quiero destacar esto, porque posteriormente he descubierto una segunda variante del cambio: aceptas el reto, llegas a un acuerdo con los dueños de la tierra solicitada y se echa atrás en el trato el permutante. Si te descuidas te quedas con una finca que no te interesa.
Esto es Burgos; las casas te las regalan, pero con las tierras no se juega.
Un año después adquirimos el Barrio Alto. Era el testimonio de los últimos habitantes de Villalibado. En 1983, cuando el pueblo ya llevaba una decena de años deshabitado y abandonado al pillaje y al deterioro, Cándido y Félix compraron todas las casas que conformaban este barrio, las unieron y montaron una granja de pollos «ecológicos». No había instalaciones, ni jaulas, ni comederos automáticos. Más de 3.000 pollos sueltos por el pueblo bajo la estrecha vigilancia de los hermanos.
Vivieron allí hasta 1998.
Hoy cuentan los que entonces eran adolescentes cómo, si alguna vez atropellaban un pollo con la bicicleta, lo echaban al capazo y después a la olla.
6 Responses to “La compra”
18 noviembre, 2014
ElviraDespués de haber visto las fotos actuales, cuesta imaginar que alguna vez estuvo así, ruina total. Habéis trabajado duro dándole vida a un pueblo fantasma.
28 noviembre, 2014
RodrigoEspectacular el cambio. Los que hemos recorrido Villalibado de críos y no tanto, sabemos de lo q hablamos. Se ha pasado de una ruina casi total a un pueblo restaurado con gusto y conocimiento q te ofrece lo q mucha gente hoy en día busca «tranquilidad y comodidad» para pasar unos días agradables.
2 diciembre, 2014
Las de VilladiegoMuchísimas gracias Rodrigo por tu comentario. Es muy satisfactorio cuando te reconocen el trabajo, pues da fuerzas para seguir; y en esas estamos: poco a poco…
19 diciembre, 2014
Adrian MartinezUna historia de película en la que seguro quedan muchos capítulos por escribir. Gustan mucho estas pequeñas historias que hay detrás de los proyectos. Ahora mismo eres, casi, como un viejo del lugar, de los que gusta sentarse con ellos a aprender de tiempos pasados.
4 abril, 2015
CristinaEs increíble ver de nuevo el pueblo…Yo soy familia de Felix y Candi, los dos últimos habitantes, con los que hemos pasado muchos ratos en allí, tras su marcha ni mis padres ni yo volvimos, hoy casualmente mis padres se han adentrado en el pueblo , para ver como estaba el pueblo y recordar viejos tiempos y la fascinación ha sido tal, que en el momento que han llegado a casa nos hemos puesto a investigar que había sucedido en Villalibado. Tras ver las fotos hemos leído el proyecto en el que os habéis emergido y vemos algo lleno de ilusión y mucho trabajo.
Al ver las calles y las casas totalmente restauradas me cuesta imaginar como no hace tantos años ese pueblo estaba prácticamente desierto de humanos y quienes tenían el control eran los pollos de mis primos, los cuales me perseguían y en alguna ocasión me picaron en el culete.
Increíble el proyecto que estáis llevando a cabo, os deseo todo lo mejor, porque se ve que la ilusión que tenéis puesta es infinita. Enhorabuena!
5 abril, 2015
Las de VilladiegoMuchísimas gracias Cristina por tu comentario. Me hubiera encantado estar allí, conocernos, enseñarnos todo y que nos contarais historias y recuerdos. Me encanta conocer la historia de este pueblo. Ya sabéis donde tenéis vuestra casa para cuándo queráis.