Localizado a 45 minutos en coche de Villalibado y a 50 km de Burgos, Poza de la Sal (declarado Conjunto Histórico Artístico) es conocido por el nombre del Balcón de la Bureba. Cuando llegamos a la Plaza Nueva comprendí el porqué de este sobrenombre: nos encontramos con un mirador sobre las llanuras de esta comarca, que es un escalón natural que se forma con el Páramo de Masa. Azorín definió la Bureba como Castilla en miniatura.
Poza de la Sal es reconocido principalmente por sus pozos y salinas, declaradas Bien de Interés Cultural, y a las que debe su nombre.
Las Salinas se encuentran situadas sobre un tesoro geológico único: un diapiro que forma un espectacular cráter de 2,5 km de diámetro perfectamente visible. Es uno de los tres más perfectos del mundo y el mayor de Europa.
Pero el interés no es únicamente científico: la sal, durante siglos, fue un tesoro por el que suspiraban todas las culturas y objeto valioso en los intercambios comerciales. Se podría equiparar al petróleo hoy en día. Esto propició que, desde época romana, se haya acumulado un legado patrimonial y etnográfico único: almacenes, pozos, acueducto y salinas.
Visitando el Centro de Interpretación de las Reales Salinas se comprende todo el proceso de explotación de la sal con maquetas y vídeos muy interesantes. Esta parada obligatoria ayuda a disfrutar y entender mucho mejor todo el patrimonio pozano. Próximamente le dedicaremos un artículo a este museo y al buen trabajo de rehabilitación de la asociación Amigos de las Salinas.
Pero hoy me quiero centrar en un sendero que nos encantó. Son 5 kms, sin ninguna dificultad, que se pueden recorrer tranquilamente en 90 minutos, con o sin niños. Está señalizado como PRC-BU 67. Bordea el diapiro y es perfecto para pasear después de visitar el Centro de Interpretación.
Parte del camino se hace sobre una antigua calzada romana que va ascendiendo por el valle y que, según me cuentan, llega hasta Peña Amaya. No obstante, el sendero marca un recorrido circular, donde uno puede ver lo que fueron las antiguas Reales Salinas, almacenes salineros y el castillo.
Al inicio me sorprendió encontrarme con gente que transportaba garrafas de agua vacías. Más tarde lo comprendí: a escasos metros del pueblo, un poco más arriba de las dos balsas salineras rehabilitadas, hay un pequeño puente de madera y una poza natural de salmuera. No tiene pérdida.
Me cuenta un señor que en Poza no se compra sal: vierten la salmuera en unas bandejas y dejan trabajar al sol. El residuo que queda al secarse es sal de altísima calidad.
Una anécdota: Marcos, el encargado del CIRS, en verano se sumerge todos los días por puro placer en esta poza. La concentración de sal es tan elevada que flotas irremediablemente, sorprendiéndote incapaz de dar la vuelta en el agua. Descubro con asombro que en Burgos disponemos de un balneario como los del mar Muerto, libre de aglomeraciones y gratuito.
Cuando visitéis la zona que no se os olvide coger un garrafa vacía, para llevaros salmuera, y el bañador para probar esa sensación de ingravidez.
A lo largo de esta ruta encontraréis tres almacenes salineros. De ellos, el más importante es el de la Magdalena. Seguro que os llama la atención la calidad de su piedra de sillería, así como la considerable altura de las puertas que atravesaban carros y muleros para cargar. También pasaréis junto a los restos de la Ermita de la Magdalena (patrona de los salineros). Todo respira nobleza entre la vegetación y las ruinas de lo que fue. Uno puede imaginar cómo debió ser este pueblo de 350 vecinos cuando, en el siglo XIX, vivián de la sal sus entonces 3600 habitantes.
Ya de vuelta llegamos al Castillo, levantado en el siglo XIV por los Señores de Poza. Tiene una ubicación excepcional, desde donde se domina toda la Bureba. Se construyó para la defensa del Salero y de Poza de la Sal. Durante la Guerra de la Independencia los franceses lo restauraron para dominar y vigilar la comarca y, como muchas otras fortalezas, también fue cárcel. Como curiosidad, decir que es uno de los pocos ejemplos de arquitectura defensiva medieval en los que el palacio es una construcción independiente del castillo.
Hoy en día está restaurado exteriormente pero en su interior apenas queda nada. Sobrecoge pasar la magnífica entrada abovedada y ver el aljibe excavado en la roca, imprescindible en todo castillo para abastecerse de agua. En la planta superior hay unos huecos en el suelo, llamados buhederas, desde donde controlaban y ejercían la defensa del piso inferior.
Merece la pena acercarse al castillo para disfrutar de las vistas y pisar años de historia. No tiene horarios; está abierto las 24h del día y se puede llegar en coche desde el pueblo.
Cuando hago turismo en Burgos siempre me quedo con la misma sensación: esplendor y decadencia. Un patrimonio espectacular que lucha contra el olvido en cada pueblo. Una riqueza al alcance de la mano, que se puede visitar sin horarios porque no hay dinero para mantenerlos. Esto me hace sentir que me encuentro ante algo auténtico y especial que, desgraciadamente, puede terminar por desaparecer en unos pocos años si no comenzamos a valorarlo como se merece.
(Os dejamos un vídeo que hemos montado con fragmentos del programa Un Paseo por la Provincia de CyLTV para que os hagáis una idea general de Poza y su riqueza patrimonial. Creemos que os puede interesar. Lo podéis ver completo en turismopozadelasal.es)
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One Response to “Poza de la Sal: un patrimonio milenario”
3 enero, 2018
saber masAcostumbro cada mañana buscar webs para pasar un buen momento leyendo y de esta forma he encontrado vuetro post. La verdad me ha gustado el articulo y pienso volver para seguir pasando buenos momentos.
Saludos